Urbasa cerró su actividad durante la temporada 2001 con la celebración de un Motor Show en la capital navarra que consiguió reunir a una treintena de pilotos, con máquinas de primer nivel, que fueron jaleados por un numeroso grupo de aficionados que abarrotaron las vallas del denominado Recinto Sur. El circuito trazado para la ocasión, al que los pilotos habrían de dar dos vueltas en las mangas oficiales, resultó tan corto como espectacular, permitiendo el ágil desarrollo de la carrera.

Juan Carlos Silvestre, que se ha convertido ya en un auténtico especialista de la conducción sobre asfalto contando sus participaciones por victorias, fue el piloto más rápido en todas y cada una de las mangas disputadas, no dando opción a Luis Carlos Villanueva que hizo gala, una vez más, de su extrema espectacularidad. David Berasáin, otro de los ya habituales en las primeras plazas, conjugó efectividad y agresividad, dándole como resultado la tercera plaza del cajón.

José Antonio Azanza, muy jaleado como siempre por los aficionados, obtenía la cuarta posición final, aventajando en un segundo a Gregorio Barrionuevo, que conducía un Fórmula Sélex compartido con Fermín Villar. Sexto en meta, y buena muestra del nivel de los pilotos presentes, era el Citroën ZX de Iñaki Irigoyen, quien también fue el primer carrozado en la scratch. La séptima posición fue para Citroën Saxo VTS de Iñaki Muñoa, por delante del Renault Clío de Óscar Otazu.

El Seat Ibiza de Emilio Huerta ocupó la novena posición, justo por delante del Fórmula TT de Robert Roig, dando paso al Renault 5 GT Turbo de Iván López y al Fiat Punto de José Manuel Bértolo, otro de los que comenzó su trayectoria en esta modalidad automovilística. Décimo tercero fue Raúl López, a los mandos de otro Renault 5 GT Turbo, seguido del Volkswagen Polo de Javier López y de otro de los GT Turbo, en este caso el de Garikoitz Flores.

La ausencia de bordillos en el trazado del Recinto Sur propiciaron que no se produjeran bajas entre los inscritos, con lo que la carrera no sufrió parones. Por otro lado, esta prueba sirvió también para observar alguna de las novedades de la temporada 2002, destacando entre ellas la barqueta Osella PA20 que, con más voluntad que acierto en su estreno, condujo el jovencísimo Aitor Erro, en un circuito que, por supuesto, no le hacía ningún favor a su montura.

La organización estuvo, una vez más, a la altura de las circunstancias, volviendo a demostrar su capacidad para llevar con extrema agilidad estas pruebas, logrando culminar la prueba todavía con luz solar. La megafonía volvió a entretener a los presentes y, por supuesto, la organización sorteó un jamón entre todos aquellos que, para colaborar con el fomento de las carreras, habían abonando la correspondiente entrada.